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Embajada de Uruguay

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Educación

El proceso de la Reforma Escolar y la educación

El proceso de la Reforma Escolar fue sin duda un elemento fundamental en la estructuración de nuestro sistema educacional. Hasta su concreción, el país no contaba con un verdadero sistema escolar; las escasas escuelas públicas carecían de una adecuada coordinación en planes, en métodos, etc. a pesar de algunos esfuerzos encarados poco antes de iniciarse el proceso, por quien fuera uno de sus mentores: José Ma. Montero.

En esta reforma confluyeron por un lado, la inteligencia y dinamismo de una figura muy joven (José Pedro Varela, de 31 años). Por el otro lado la fuerza y determinación de otra figura también joven (el Coronel Latorre, gobernante de facto desde 1875). Detrás de ellos, una clase social alta con distintos motivos reclamaba una educación que posibilitase una modernización del país: tecnología agraria, tecnología industrial, obreros disciplinados y con conocimientos básicos: lectura, escritura, cálculo. Estaba también el grueso de la población con gran proporción de inmigrantes europeos que no desdeñaba la escuela y que sobre la base de una ideología de justicia social e igualdad influiría en el apoyo alcanzado por la Reforma Escolar entre los sectores populares.
 
Esta reforma a partir de un proyecto de Varela más removedor- se concretó en una estructura centralizada con un Inspector Nacional de Instrucción Primaria, una Dirección general de 7 miembros y autoridades departamentales. La escuela pública sería gratuita, obligatoria y con enseñanza de la religión católica, excepto para los niños cuyos padres se opusiesen. La metodología pedagógica no sólo descartó todo castigo físico, sino que instituyó nuevas formas las "lecciones sobre objetos"acordes con los avances a nivel mundial.
 

Orígenes de la enseñanza técnica

 
El surgimiento de la enseñanza técnica en nuestro país en 1879, coincide con la preocupación de los gobernantes y sectores dominantes de la sociedad por establecer el orden y la disciplina. La Escuela de Artes y Oficios que instituyó Latorre fue un lugar donde niños y jóvenes de "mala conducta" aprendieron a obedecer y a trabajar como castigo. Por esa razón el gobierno la ubicó como dependencia del ejército, porque su función principal era la de "domesticar" a muchachos descarriados.
 
En ese momento, existía, empero, una realidad, constituída por una economía que se modernizaba: nuevas industrias, importación de maquinarias. Se comenzaba a sentir la necesidad de una mano de obra más capacitada: los obreros debían adquirir no sólo las herramientas de la lectoescritura y el cálculo, sino también el dominio de la moderna tecnología: motores a vapor, máquinas semiautomáticas, etc. La función represiva de la Escuela fue predominate, pese a lo cual no se descuidó la infraestructura técnica: modernas máquinas de tornería, de imprenta, de tejeduría, etc. posibilitaron que el reducido número de alumnos (alrededor de 200) se convirtiese en un taller del Estado, que producía a bajo costo: uniformes para el ejército, municiones, impresos para el Estado y hasta 2 pequeños barcos. El severo régimen disciplinario de raíz castrense- promovió frecuentes rebeliones de los alumnos y contribuyó a que la institución pasase en 1886 a la órbita civil, aunque sin modificar su orientación anterior.
 

La Universidad se moderniza

 
La Universidad, que a mediados de siglo era -como vimos- una "cuna de doctores", comenzó a modernizarse en las últimas décadas del pasado siglo. Las nuevas Facultades de Medicina (en 1875) y de Matemáticas (en 1885) abrieron a los jóvenes de la clase media y alta, la posibilidad de encarar otra preparación que la tradicional de jurisprudencia. La dificultades, con todo, eran grandes: la corriente liberal que impregnaba el medio universitario se contraponía frecuentemente al autoritarismo de los gobiernos autocráticos, que -sin embargo- eran los que estaban posibilitando la modernización social; hubo destitución de autoridades, reclamos violentos, renuncias.
 
Los resultados no fueron sin embargo de despreciar se llegó a fines de siglo con una enseñanza secundaria o "preparatoria"- más amplia y moderna, con un estudio de las ciencias mejor fundamentado (por influencia de la corriente positivista que dominaba por entonces) y con tres facultades que ofrecían un amplio marco de carreras profesionales. La Ley Orgánica de 1885 -elaborada por el rector Vázquez Acevedo dió una mayor concentración de poder al rectorado y una mayor operatividad.
 

La enseñanza media

 
La doble función que la Ley Universitaria de 1885 dió a la enseñanza llamada "secundaria" (ampliación de la enseñanza primaria y preparación para los estudios superiores) le crearía serias dificultades para su eficaz cumplimiento: unos reclamaban mejor preparación para los estudios superiores que conducirían al codiciado título de "doctor" y otros que la enseñanza brindase una "cultura general" no especializada ni utilitaria, que formase para una vida social integral, para las responsabilidades ciudadanas o familiares.
 
En los hechos, puede decirse que nunca se logró que esta rama de la enseñanza cumpliera adecuadamente ninguno de sus objetivos: la Universidad siempre encontró que la capacitación previa de los jóvenes no era adecuada: los médicos reclamaban más ciencias naturales, los ingenieros más matemáticas, etc. y por otro lado, la supuesta "cultura general" no funcionó tampoco, quizás porque constituía un mero repertorio de conocimientos variados y dispersos (historia, geografía, biología, matemáticas, idiomas, literatura, música, dibujo, etc.etc.) que apuntaban fundamentalmente al ejercicio intelectual, descuidando toda referencia a las habilidades manuales, al conocimiento práctico, al desarrollo del espíritu crítico.
 
A pesar de ese fracaso, la enseñanza secundaria creció en forma acelerada, ampliando su cobertura social hasta alcanzar -a mediados del siglo XX- a casi una cuarta parte de los jóvenes en edad liceal. Esta expansión estuvo ligada a cierta imagen formada en las clases medias nacionales respecto al valor de los estudios secundarios; ellos permitirían al joven escapar a la suerte del trabajo manual o del empleo no calificado, acceder al plano de ocupaciones más distinguidas: auxiliar administrativo, empleado bancario... o quizás jefe de compras, gerente.
 

La enseñanza técnica media

 
A comienzos de este siglo y de la mano de Pedro Figari, la Escuela de Artes y Oficios procuró constituirse en un centro educacional formador de una mano de obra calificada y creativa, necesaria a un proceso de expansión industrial que venía insinuándose con firmeza.
 
El imaginario social, empero, pudo más: la sociedad uruguaya siguió percibiendo la escuelas industriales -donde se enseñaba a trabajar "con las manos"- como institutos solamente aptos para menores con pocas condiciones intelectuales o simplemente, pocos recursos económicos.
 
La demanda generalizada de educación que se produjo en las primeras décadas del siglo -en alas de un crecimiento económico forjador de clases medias- hizo, sin embargo, que la matrícula de la enseñanza técnica creciera -aunque mucho menos que la de la enseñanza secundaria (que seguía recibiendo a quienes aspiraban a una ocupación de "cuello blanco"). La mano de obra calificada que demandaban las industrias de la alimentación, de la construcción, metalúrgicas, etc., no pudo ser satisfecha con los escasos jóvenes que egresaban como técnicos de aquellas escuelas ya que un altísimo porcentaje de los mismo realizaban cursos poco vinculados a los requerimientos de la economía nacional: escuelas agrarias, de "industrias femeninas y del hogar", etc.
 
Al llegar el medio siglo, la enseñanza técnica se pasó a llamar "Universidad del Trabajo", pero seguía sin permitir el acceso a estudios superiores y con una oferta curricular que poco tenía que ver con las necesidades de la economía. El nuevo título no logró cambiar la imagen que la sociedad se había forjado de los estudios manuales; la notable expansión de la enseñanza secundaria que se producirá en los años siguientes será una confirmación de la misma.
 

La expansión escolar

 
El objetivo de universalizar la enseñanza primaria, parecía estar alcanzándose a mediados de este siglo: un altísimo porcentaje de los niños accedían al sistema escolar. Unido a esto, un gran dinamismo metodológico, la creación de centros especializados, congresos de maestros, destacaron el sistema escolar uruguayo en el concierto latinoamericano, en concordancia con una sociedad en la que se vivía una expansión económica y un crecimiento de las clases medias (que comenzaron a percibir la escuela como un medio de ascenso social).
 
Por debajo de esa realidad se escondían -sin embargo- aspectos negativos: alta deserción y repetición en ciertos sectores sociales, educación rural casi nula que no alcanzaba a miles de niños de los rancheríos rurales, deficiencias que no lograban, empero, quitar brillo a la imagen que había alcanzado la escuela uruguaya.
 

La Universidad se desarrolla

 
La primera mitad de este siglo constituyó para la Universidad una verdadera "prueba de fuego", ya que se vió enfrentada a continuos embates del poder político, a la presión surgida de los movimientos estudiantiles -con la impronta del movimiento reformista de Córdoba- y a la necesidad de responder a una sociedad cambiante, con nuevas exigencias culturales.
 
El primer embate se suscitó con el proyecto de Ley Orgánica que el Poder Ejecutivo presentó al Parlamento y que quitó de su ámbito la enseñanza de las ciencias agrarias y económicas, restringiendo los poderes centrales de la Universidad y su autonomía. El segundo embate gubernativo promovió el surgimiento de un proyecto totalmente renovador -el Estatuto Universitario de 1935- que pretendía para la Universidad una función rectora y coordinadora de la cultura nacional, yendo mucho más allá de la mera formación profesional. Si bien no pudo realizarse este ambicioso proyecto, ya desde las primeras décadas del siglo la Universidad había ido generándose una nueva estructura; nuevas facultades y sobre el final de esta etapa, la aparición de algunos rasgos que insinúan la Universidad contemporánea: servicios de bienestar estudiantil, actividades de extensión - misiones socio-pedagógicas, semana médico-cultural-, etc.
 
La segregación de la enseñanza secundaria hecha por ley en 1935, significó una merma importante en la matrícula universitaria.
 

El sistema entra en crisis

 
El período que se extiende desde mediados de los 50 hasta comienzos de los 70, constituye uno de los momentos más dolorosos para el proceso educacional, sólo superado por la posterior etapa de la dictadura militar. Durante ese lapso se mantuvo un movimiento de carácter inercial que permitió al sistema educativo continuar expandiendo su cobertura y afianzando su posición dentro del contexto social: la enseñanza media -especialmente la secundaria- se constituyó así en la continuación casi normal de los estudios primarios, en tanto la Universidad de la República aumentó su matrícula en importante proporción.
 
La educación -empero- no podía estar desligada del proceso social que el país vivía; la crisis económica iniciada a mediados de los 50 afectó no sólo el nivel de vida de grandes sectores sociales, sino que condujo por un lado a respuestas violentas de diverso orden (desde manifestaciones y huelgas hasta la organización de una guerrilla urbana) y por otro lado a una represión estatal violenta y poco selectiva. Los componentes del sistema educativo se vieron envueltos en esa dinámica: estudiantes, maestros, profesores y autoridades educacionales se enfrentaron en reclamos, protestas y medidas represivas que determinaron un rápido deterioro del sistema que ya presentaba síntomas de grave decaimiento, claramente señalados en el lúcido diagnóstico de la CIDE-CCEE. Los rendimientos del sistema eran muy bajos considerando el largo proceso que el mismo había experimentado desde principios de siglo: la cantidad de educación no se correspondía con un buen nivel de calidad, pese a que -paradójicamente- el nivel de inversión alcanzado por ese entonces fue uno de los más altos: 3.15% del PBI en el año 1965.
 
El gobierno nacional simplificó la visión de la crisis que atravesaba la sociedad y la educación, ofreciendo una visión maniqueísta en la que él representaba el bien y los sectores desconformes de la sociedad encarnaban el mal (especialmente los que se constituían en ideólogos de esa maldad: educadores, intelectuales, líderes sindicales, estudiantes). La solución de la crisis debía -en consecuencia- proceder de un mejor contralor ideológico de la sociedad y, por lo tanto, de una férrea dirección del sistema educativo: la Ley de Enseñanza de 1973 fue el instrumento idóneo para terminar con toda autonomía educacional y toda posibilidad de protesta ó rebeldía.
 

Colapso dictatorial y redemocratización

 
El golpe militar de 1973 no fue más que la institucionalización de una situación de hecho creada por el Poder Ejecutivo, en muchas ocasiones con la aquiesencia del Parlamento. Era una manera radical y "fácil" de controlar una crisis económica y social que amenazaba con desbordar hacia cambios de corte revolucionario. La receta política -que fué la misma para gran parte de América Latina- exigía una transformación de las estructuras educacionales, que en nuestro país habían evolucionado favorablemente en el correr del siglo y cobijaban a importantes sectores de las corrientes políticas más progresistas.
 
No existió realmente una nueva política educacional, sino -simplemente- una política represiva aplicada a la educación: se trataba de eliminar todo rastro de lo anterior y de regimentar el sistema de tal manera que nada pudiese escapar al contralor militar, lo que llevó a que algunas veces se interviniese aún donde estaban actuando autoridades designadas por el propio régimen militar, en un desborde casi patológico de temor y desconfianza.
 
Una década de autoritarismo no logró, sin embargo, destruir una ideología democrática bastante arraigada en nuestra sociedad y al menor resquicio de libertad afloraron manifestaciones no sólo de una ideología democrática, sino también, de ideologías ubicadas más a la izquierda del espectro político.
 
Más allá del drama social generado la dictadura, esta tuvo la virtud -sin embargo- de promover un consenso acerca de la necesaria e inmediata reinstitucionalización democrática: casi todos los grupos políticos aunaron sus esfuerzos para recuperar aquel estado social perdido casi dos décadas atrás (antes de los gobiernos autoritarios y de la dictadura militar) y para avanzar hacia una sociedad con más justicia y bienestar. La meta era, quizás, demasiado ambiciosa, pero sirvió como un horizonte a perseguir con entusiasmo.
 

 






 

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